Siempre es extraño redundar en un continuo pensamiento contenido a totalidad en memorias pasadas. Tal cual vivir piel adentro, descifrando codificaciones que transcribí alguna vez en el alma para resguardar de mí mismo los actos y voces que en algún momento me tocó vivir y aceptar. Donde mis pasos a puño y letra dejaron su desenlace; donde yacen el resto de las historias faltas de introducción, victoria o derrota; porque nunca las abandoné, son de mi conciencia, de mi esencia; son eso que usaron las consecuencias, fundamentales para hacerme quien hasta ahora soy.
Son lapsos que recargo mi hombro para que, cuando esté lejos y no encuentre mis reacciones, pueda viajar a esos indicios, suponerme conforme a lo que en ese lugar voy a ser y llegar hacia lo que ahora encontré que soy.
Porque bajo mi epidermis todavía conservo lo que no fue digno de mostrar; esos contras que llevaron tiempos y casi una vida con ellos siempre se mantuvieron intactos por el miedo a regresar al eclipse que me apartó de quien creí ser en realidad. Y a veces, cuando me desconozco, solo queda atravesar el muro que creé y ver mis límites para saber quién no quiero volver a ser…