Y cae la noche, caes tú. En mi lagar te esperé hasta que la luna salió. Claro que esperábamos algo más, tu consciente no me dejaba entrar y tus pupilas se congelaban dentro de mí. Me extrañó que no me permitieras abrazarte. Llovías y yo te observaba. Parecía que estabas a metros de distancia, la caminata me permitió conocerte mejor, pero nunca logré que dejaras de llover. Escuchaba tus pasos en las horas, a un eco de ti. Aquel recorrido externo desafiaba mi alma mientras tus dedos se paseaban por mi deseo de escribirte, pero tú no dejaste salir idea alguna de mi cabeza. Eres extraña, eres y no eres, apareces y no estás dentro de la metáfora, tú eres la metáfora que lucho por describir.
Las palabras no eran suficientes, lograste decirme eso con un suspiro hecho palabra dentro de la lágrima que logré atrapar. La ironía al fin se presentó.
Pareciera que tú nunca tendrás suficientes cartas. Esta es la primera que te ve venir. Te la presento. Ha sido mi amiga desde que mis ojos conocieron tu nombre. Déjala ser, hazla tuya. Te la regalo junto al movimiento continuo del viento acariciando tu cabellera castaña.